El aborto es la consecuencia de la existencia de embarazos no deseados. ¿Cómo evitarlos, teniendo en cuenta que los anticonceptivos a veces fallan, que no todas las relaciones sexuales son consentidas, que el coito y la concepción no son coetáneas y pueden mediar circunstancias que transformen realidades?
Hace al menos 25 años que se discute en Uruguay sobre despenalización del aborto, y 9 desde el inicio de una consecuente campaña para lograrla. ¿Y si en lugar de insistir en ella se decidiera la esterilización de todos los varones a la hora de su maduración sexual? Supondría que todos pudieran colocar semen en bancos de semen, a los que las mujeres accederían solo con autorización del varón. Y así no habría más embarazos no deseados, propone Lilián Abracinskas, codirectora de Mujer y Salud en Uruguay (MYSU). Aunque sea por el absurdo, esa “solución” enfrenta el problema.
En un ciclo de debates organizado por Elas Producciones, que se desarrolla en la sede de la organización Mundo Afro, coincidieron senadores del Frente Amplio (Mónica Xavier), del Partido Nacional (Carlos Moreira) y del Partido Colorado (Alfredo Solari) con Abracinskas, para discutir una vez más sobre despenalización del aborto.
Moreira se concentró (y se cerró) en la defensa del comienzo de la vida con la concepción. Sus soluciones al conflicto pasan por políticas sociales activas que protejan a la mujer mientras cursa un embarazo que no desea. También considera “una salida” al artículo 328 del Código Penal vigente, que contempla atenuantes y hasta eximentes a la pena por delito de aborto.
Solari argumentó a partir de la tensión entre la ética de la conciencia (griego-judeo-cristiana) y la ética de la responsabilidad (hay violaciones, fetos mal formados, situaciones psicológicas incompatibles con el buen desarrollo del feto, que reconoce habría que atender). En ese marco, se hace cargo del mundo real, que pasa por 85 o 90.000 embarazos por año, de los cuales entre 30 y 33.000 terminan en aborto.
Entonces, ¿en dónde estamos?, se pregunta, para responder con la evidencia: en un país que penaliza el aborto pero este se realiza igual, y en los últimos 15 años no hubo un solo procesado ni por abortar ni por colaborar con la práctica. La mayor cantidad de procesados fue de 7 en 1997. Las soluciones del ex ministro
de Salud Pública pasan por programas de educación sexual para retardar la primera relación sexual y el primer embarazo,programas de apoyo a la gestación y programas de adopción.
Xavier, redactora del onceavo proyecto de ley para despenalizar el aborto que se presenta al Parlamento uruguayo desde la recuperación democrática, cree que para que el debate no sea estéril “hay que abrir la cabeza” y buscar un nuevo consenso político parlamentario, a la luz de las nuevas realidades, entre las cuales está la interrupción química del embarazo (usando misoprostol), que las mujeres pueden realizar en sus casas y de las que nadie se entera.
“A las mujeres se les reconoce autonomía para criar, educar, cuidar, pero no sobre su propio cuerpo”, siendo que nadie mejor que ellas sabe cuándo no pueden llevar adelante un embarazo, advirtió la senadora.
Abracinskas insistió en el que debería ser un aspecto central del debate: ¿cómo resolver el conflicto que plantea que toda la represión no haya dado respuesta al problema social? Y recordó que, según las encuestas de opinión pública, votantes de todos los partidos están mayoritariamente de acuerdo con un cambio legal en materia de aborto, pero “sus dirigencias no los escuchan y hacen otra cosa”. Uruguay ha suscripto instrumentos internacionales que protegen a las mujeres de la violencia. “¿Quién puede imponerle a una mujer continuar con un embarazo que no desea para dar el producto en adopción? Sería un embarazo contra su voluntad y eso es violencia”, reflexionó Abracinskas, agregando que “el misoprostol no resolvió el conflicto social, solo las muertes evitables por aborto, que se sigue practicando. Hoy el misoprostol se vende en bocas de pasta base”.
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