Seis mujeres relacionadas por amor y por sangre con José Gervasio Artigas son las protagonistas de la novela “Amores cimarrones. Las mujeres de Artigas”, de Marcia Collazo Ibáñez. Se trata de Ignacia Xaviera Carrasco, María Rodríguez Camejo, Francisca Pasqual Arnal, Isabel Sánchez, Rosalía Villagrán y Melchora Cuenca. Quien las une en el relato, es un hombre que aparece narrado en un “discreto segundo plano” al decir de su autora, pero que es quien mucho tiempo después se convertiría en el prócer de la patria. Marcia Collazo Ibañez, abogada e historiadora, recibió a La República de las Mujeres con la primicia de que Banda Oriental ya está reeditando mil ejemplares más.
KARINA THOVE- Entre los personajes femeninos de la novela, están las abuelas y la mamá de José Gervasio Artigas, que son sus vínculos más directos. En cuanto a sus amores, eliges a tres de ellos pero sabemos que hay más.
-De las mujeres de la sangre prácticamente no existe ningún documento. Lo que hice fue guiarme por las pocas cosas que tenemos: el testamento de la abuela materna, algunas partidas de bautismo, de defunción y muy poca cosa más. Entonces, los investigadores recurrimos a las fuentes indirectas, pasando a ser una labor de recopilación y reconstrucción, a rellenar los espacios en los cuales no se encuentra nada. Yo los rellené con la reflexión histórica, la intuición y, por supuesto, con la ficción, pero quiero aclarar que la ficción en todo momento procura respetar el relato histórico, lo que ocurrió, no hace decir al personaje nada que no haya pertenecido a su tiempo, a la mentalidad de la época. Ahora, con todo lo demás se puede jugar, hay interpretaciones que son mías en todo lo que estas mujeres hacen, dicen, piensan.
-¿Hay retratos, descripciones, de cómo eran algunas de estas mujeres?
-No, no. De Melchora Cuenca hay un retrato de cuando ella era anciana, sus rasgos son muy bonitos y sabemos que fue una mujer muy hermosa, muy temperamental y apasionada tratándose de una lancera. De Isabel Sánchez sabemos que era una mestiza chaná, de baja estatura, regordeta, sin duda tenía pelo negro, ojos negros por su ascendencia chaná. De Rosalía no tenemos ninguna descripción, debía ser de un tipo más
bien español igual que sus abuelas y su madre.-Hubo más mujeres en la vida de Artigas porque hay más hijos. ¿Por qué elegiste estas tres?
- Porque creo que fueron las que tuvieron más relevancia en la vida de él, más impacto en su vida afectiva y porque de las otras no se sabe nada. Si de estas se sabe muy poco, a las otras se las tragó el abismo, “la noche de los tiempos” como decía Hegel, es terrible. Fijate que encontrás: “mujer desconocida, mujer desconocida”…a mí me hace acordar a las desaparecidas, es brutal. El antropólogo Daniel Vidart desciende de una de ellas, de María Escolástica que es hija de una de las “mujeres desconocidas” de Artigas,pero claro ¿qué podemos decir?
-A Artigas lo dejás antes de irse al Paraguay, porque en Paraguay también tuvo más descendencia como aparece en el libro de Nelson Caula “Artigas ñemoñaré”.
-Exactamente. Clara Gómez sería la mujer con la cual habría tenido a Juan Simeón. Ponerme a hablar de una mujer de la que casi no tengo referencia en un ambiente como Paraguay, a mí me implicaba cambiar de giro radicalmente la novela, meterme en la microhistoria cultural de un poblado llamado Curuguaty, la dictadura de
Gaspar Rodríguez de Francia… sería hacer otra novela.Violencia doméstica
-¿Por qué “Amores cimarrones”?
-La palabra cimarrón tiene dos grandes acepciones: indómito, salvaje, pero también hay otra que es la de quien ha sido domesticado y ha vuelto a ser salvaje, entonces en los dos sentidos creo yo que son amores cimarrones. Va con la época, inclusive con el lenguaje, pero además porque son amores de campo afuera la mayor parte de ellos, aún el amor con Rosalía Villagrán porque él fue un cimarrón de ese matrimonio, no estuvo cuando sus dos hijas mueren, en los peores momentos de la locura de ella, de su desesperación que no sabés hasta qué punto es locura y hasta qué punto es rencor, es una especie de decir “yo me vuelvo salvaje también” .
-Unos cuatro años, pero desde mucho antes yo ya venía incursionando en el tema y escribir la novela, propiamente, me llevó tres años. En el último, cuando yo ya consideraba que tenía bastante asentada la parte de la investigación histórica, me dediqué más bien a escribir y escribía unas 8 horas diarias. Muchas veces me pasó ir tomando carretera, feliz de la vida y darme cuenta que tenía que parar porque había un dato histórico que colisionaba con otro. Ese es el peligro de la novela histórica, da mucho trabajo pero la trama fue quedando y se fue armando como en microrelatos. Yo busqué muy especialmente eso y creo que lo logré.
-La novela describe no sólo lo que ellas pensaban, sentían, en relación a Artigas y a muchas otras cosas que sucedían en esos tiempos en la Banda Oriental, sino que es muy minuciosa en cantidad de detalles, es muy costumbrista.
Te voy a decir una cosa: me saqué el gusto porque yo soy una gran lectora de literatura costumbrista, campera, pero en general busco infructuosamente esas escenas. Son muy pocos los autores uruguayos que han incursionado en lo que sería la intimidad de la costumbre; por ejemplo, hablo de la preparación de la novia cuando se va a casar con Martín Artigas, el chismorreo de las esclavas y los secretos de alcoba.
- Hay un episodio protagonizado por una de las abuelas, un altercado que se da en la calle a la que ella sale con el trabuco. No se llama “violencia doméstica”, no está visto desde esa perspectiva y sin embargo…
-Fue el primer crimen de violencia doméstica -como le llamamos hoy- de nuestro país, me pareció necesario hacerlo constar. En cuanto a que ella saliera con un arma en la mano, que hoy nos puede parecer extraño, te puedo asegurar que era lo más común del mundo porque estaban expuestas a todo, mucho más en la campaña pero incluso en Montevideo, porque sus famosas murallas nunca se terminaron de construir.
-Cuando relatas las invasiones inglesas, aparecen las mujeres defendiendo la ciudad.
-Y es que participan, yo las quiero rescatar porque caemos en la tendencia de invisibilizarlas. En las investigaciones educativas te dicen que el capital cultural del niño y de la niña viene determinado fundamentalmente por la educación de la madre, no del padre. Entonces, es evidente que el papel de la mujer
en la formación de los seres humanos es fundamental por eso quise rastrear a las abuelas y a la madre para saber cuál era su capital cultural.
-Más allá de estas mujeres, una se pregunta cuál fue el papel que cumplieron en el proceso revolucionario, en la defensa de sus tierras, sus casas, de los ataques de los matreros…
-Esa es una deuda que tenemos, la de seguir investigando y poniendo en relevancia el papel que ha cumplido la mujer en la sociedad. La mayor parte de las veces ellas eran las custodias de la hacienda, eso sí surge de los documentos, como es el caso de Bernardina Fragoso de Rivera y el de Ana Monterroso de Lavalleja: las dos fueron grandes administradoras, ellas vendían, compraban, hacían, deshacían, todo. Los maridos siempre estaban en guerra o en la campaña o en sus campañas políticas, pero eso llevalo a todos los niveles sociales, económicos y te va a pasar que todas las mujeres eran administradoras de sus haciendas, como también ocurre ahora.
Desde el Bicentenario
-¿Cuál sería el aporte de esta novela a lo que estamos conmemorando hoy, al bicentenario?
-¿Cuál sería el aporte de esta novela a lo que estamos conmemorando hoy, al bicentenario?
-Cuando nosotros hablamos de bicentenario, hablamos de reflexión histórica. No podemos congelar el pasado y repetirlo mecánicamente, las interpretaciones van cambiando. Hay que aportar un pensamiento creativo, constructivo y una manera de aportar es desde la mirada de las mujeres.
-Esta novela tiene más que ver con la vida íntima de Artigas, no está el objetivo de contar la revolución.
-Es que tú también podés contar un proceso histórico, una revolucióndes de la intimidad. Me parece que es un aporte enriquecedor agregar a todo eso que ya se ha hecho y que es muy válido, la visión de la mujer, desde la mujer.
Ignacia Xaviera Carrasco
“Fue entonces cuando sonó
en el aire el disparo de
advertencia que los paralizó
a todos, quién ha disparado,
ninguno de nosotros ha sido,
se dijeron los negros, y de
pronto vieron aquella sombra,
espectro parecía, detrás
del grupo estaba de pie la
vieja Ignacia Xaviera, mal
cubierta con su frazada
oscura y los ojos revueltos
en fiebre, el trabuco le
humeaba aún en la mano y
ya apuntaba de nuevo, esta
vez al pecho del agresor, se
veía por su despaciosidad
que pretendía afinar la puntería”.
María Rodríguez Camejo
“Todo se le amontonó en la
memoria de un solo golpe,
con la nitidez de los relampagueos
póstumos, en aquellas
mujeres del vitral no
había dolor, ni hambre, ni
miedo, ella misma en cambio,
había cargado con las
tres cosas juntas por demasiado
tiempo. Por todo aquello,
por lo sufrido y lo gozado,
por lo temido y lo deseado
con el corazón, con la
entrepierna y con las entrañas,
tenía que hacer penitencia,
murmuró para sus
adentros, y también para
guardar el alma, cosa que
se fuera derecha a los cielos”.
Invasiones Inglesas
“Las mujeres se alzan en
armas lo mismo que los
hombres, instalan improvisados
hospitales, acarrean
agua y leña y desgarran
toda tela que se les ponga
en mano, empiezan naturalmente
por las más viejas y
desgraciadas pero no alcanza,
así que enseguida siguen
las sábanas de ajuar, de
esas que no se han usado
jamás, ni siquiera para la
primera sangre que es la del
honor, y los manteles primorosamente
bordados, las
cortinas y enaguas y hasta
los paños de altar, al fin
todo lo perdona el Altísimo
cuando de salvar la vida y la
honra se trata”
Purificación
“Así era Purificación, el lugar
de peregrinación a donde
marchan para buscar una
vida mejor los desheredados
de siempre, ríos y ríos de
gente que va llegando para
quedarse, con esa mirada
alborotada y blanca de la
iluminación y el empecinamiento.
Qué saben de todo
eso los buitres que pretenden
difamarnos, si al fin de
cuentas esto ha sido la esperanza
para un montón de
gente que se fue sumando,
por elección o por descarte,
por convicción o por miedo
de algo peor, detrás de la
revolución”.
Extraído de
“Amores cimarrones…”
Marcia Collazo Ibáñez
nació el 13 de marzo de
1959 en Cerro Largo.
“Nacida en un siglo esquizofrénico,
dividido entre el veloz
avance de la tecnología y las
comunicaciones, y el estallido
de dos guerras mundiales con
un saldo de más de 100 millones
de muertos; nacida también
entre el silencio esplendoroso
de los campos de
Cerro Largo y de Minas, que
se me metió en el alma con
su tristeza sabia. Transcurrida
entre cordilleras de memoria,
ciclones espirituales y algunos
zarpazos traidores de las parcas
y de los malnacidos;
amiga de brujas y duendes y
siempre del lado de los
pobres de la tierra, como dijo
Martí.”
(http://marciacollazo.blogspot.
com)
Abogada, profesora de Historia
de las Ideas en América
(Instituto de Profesores Artigas)
y de Filosofía del Derecho
(Facultad de Derecho,
Universidad de la República).
Integra el Grupo Cultural La
Tertulia. Ha recibido varios
premios en poesía. Esta es su
primera novela.
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