domingo, 8 de mayo de 2011

Género y sexualidad, sistemas articulados

En el marco del VIII Congreso Internacional de Psico-sociología y Sociología Clínica “Transformaciones sociales y desafíos del sujeto”, realizado en Montevideo, tuvo lugar la mesa redonda sobre Género y sexualidad,
en la que participaron  profesionales nacionales e internacionales. La actualidad y avances del tema en distintas disciplinas, fue analizada por expertas en el aula magna de la Facultad de Psicología.
I.P.
Las psicólogas Anasthasia Blanché (Francia), Lise Poirier (Francia.), Jan Fritz (Estados Unidos), Alejandra López, Doris Hajer (Uruguay) fueron las encargadas de dar contenido a género y sexualidad desde su espacio específico de intervención. La fotografìa de Diana Mines acompañó el intercambio.
LA TERCERA OLA

Anasthasia Blanché, psicóloga francesa e integrante del Instituto Internacional de Sociología Clínica (IISC), presentó algunas de las líneas de un trabajo de investigación en el que se está trabajando desde hace un tiempo y que se compone de tres grandes momentos en la reflexión. En primer lugar, el develamiento de que “las mujeres tienen una historia”. Luego, el acercamiento a la “lucha feminista y su relación con la teoría en las ciencias humanas”, y por último, la pretensión de ir “de la historia a la historia de vida”, para dar cuenta de la

“emergencia del sujeto mujer”.  


“Si las mujeres tienen una historia no sabemos cómo enseñarla”, sentenció Blanché, quien explicitó desde el inicio su adherencia al feminismo dentro de la búsqueda académica. De hecho, el movimiento de mujeres es el

que vino a mostrar, para ella, “la dimensión sexuada de las personas y de la historia”. A su vez recordó que, si bien las mujeres “son invisibles y silenciadas” en las fuentes y relatos históricos, “hay múltiples representaciones en imágenes y discursos” que describen una femeneidad “partida”, que oscila entre “la mamá y la prostituta”, lo que nos lleva a ser por un lado “veneradas y deificadas” y por otro “temidas y excluidas: figuras del mundo salvaje”.


Blanché asegura que en la actualidad, y en el marco de la historia del feminismo, nos encontramos en lo que podríamos denominar una “tercera ola” –se llama segunda ola al impulso que tuvo lugar en los años 70-, en la que lo que está en juego es la “deconstrucción de la teoría de género”, a la vez que aparece una nueva concepción de la familia. Los nuevos modelos femeninos parecen al mismo tiempo  ya no ser tan silenciosos: “maquilladas frívolas pero no tontas” o “mujeres de 40 que cazan varones de 20”, es difícil augurar si llegaremos a una “guerra entre sexos” o a una “androginia generalizada”, concluye la psicóloga.


EL CUERPO MARCADO

Lise Poirier, también francesa e integrante del Instituto Internacional de Sociología Clínica, realizó un aporte bien interesante a partir del trabajo con casos clínicos de mujeres que sufrieron la violación, con la intención de dar cuenta de cómo tiene lugar la “reconstrucción subjetiva” de esas mujeres.
Poirier se concentró fundamentalmente en el papel crucial que cumple en el proceso de reparación la instancia judicial y sus discursos “como representativos de la sociedad”. Su hipótesis en el abordaje de esta investigación en la que lleva años, es que “la impunidad del violador acarrea la banalización de superficie en la vivencia de las mujeres”.


Para la psicóloga, la impunidad constituye “una forma de victoria”, lo que confirma a través de las entrevistas con distancia de varios años que realiza con las mismas víctimas. El trauma psíquico que se genera con la violación, a su entender, tiene la especificidad de “confrontar al sujeto con el límite de lo compartible”. El asunto es que se da una “dialéctica del silencio”, que si bien protege a las víctimas en un momento, las conduce a su vez a la “internalización del sufrimiento”. Por ello, para Poirier, “cuando se pronuncian las palabras justas hay un efecto reparador”.


CRIMEN DE GENERO

Las preguntas que atraviesan la vivencia de las víctimas de violación es ¿cómo vivir con este conocimiento íntimo de la crueldad?, ¿cómo reestablecer la confianza misma en el mundo? Es en la respuesta a estas preguntas que juega un papel fundamental el juicio, pues es la socialización de la culpa. 
La violación es definida por Poirier como un crimen de humillación, de “sentirse sucia” y como un “crimen continuo” que evoca el goce que implica la dominación. Por ello, es un crimen de género “en tanto afecta al género  mismo”. Sus víctimas, se sienten culpables tanto de haber sobrevivido como de haber “negociado”. “Gracias al juicio el bien y el  mal son distinguidos”, a la vez que se retoma la violación pero en una escena social. En el caso particular de una de sus pacientes, entrevistada en dos oportunidades: apenas realizado el juicio y diez años después, las versiones son diferentes. Primero ella consideró el juicio “reparador pero también destructivo”, por el hecho de “querer saber pero sobre todo no querer saber”. Sin embargo, luego reflexionó: “si pienso en la misma situación sin juicio, son tus propias angustias, en cambio con el juicio una puede decir: los violadores están en prisión”.


OTRAS TENSIONES

Alejandra López, hoy directora del Instituto de Psicología y Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, intentó subrayar las tensiones conceptuales y políticas. Respecto del binomio género y sexualidad, afirmó que se trata de dos sistemas separados aunque articulados.


Sobre la sexualidad recordó que ya no se la ve como inherentemente “peligrosa”, por lo que ahora cabe más bien hacerse la pregunta: ¿por qué se ha presentado a la sexualidad de ese modo?, para intentar profundizar en su conceptualización. Según López, hay que tener en cuenta que se trata de una producción socio histórica, observando la “variabilidad de las prácticas y significados” atribuidos a ella. De hecho, subrayó, “no está tan claro que todos hablemos de lo mismo cuando nos referimos a estas categorías”. También hizo hincapié en el aporte feminista y lo que ha significado su acumulado en este terreno, por ejemplo con su análisis de las conexiones entre los sistemas de género y sexual, con Gayle Rubin entre otras pensadoras, separación que “desestabiliza las propias nociones de mujer y varón”.


A su vez, y yendo a las tensiones ideológicas, López asegura que es más fácil hablar de salud que de placer porque resulta más sencillo el enfoque negativo. Sin embargo, se preguntó: ¿cómo puede una persona actuar responsablemente como ciudadana si alguien más decide sobre su cuerpo?


Por último, advirtió sobre una debilidad -en la que se encuentra trabajando para su tesis de doctorado- en la intervención profesional, dada por la tensión que se establece entre la acción técnica y la acción moral, por la cual frecuentemente “nos deslizamos en acciones moralizantes”.

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