domingo, 17 de abril de 2011

Contratapa. Mejor el sábado.

Lia Schenck

Yo me enamoré hace dos años de un hombre que no es muy romántico aunque al principio me parecía que sí. Todo este tiempo estuve tratando de hacerle recordar que nos conocimos un sábado y que desde entonces para mí los sábados son días mágicos y sagrados y me gustaría celebrarlos, no digo con champán pero sí con Terma que es lo que yo tomo porque no consumo nada de alcohol. El trabaja en un taxi y al principio los sábados pasaba por casa para darme un beso aunque fuera de madrugada y tuviera que dejar esperando a un pasajero en el asiento de atrás. Él es muy honesto y lo hacía cuando el viaje le quedaba de pasada, por supuesto que le descontaba las fichas al pasajero y cuando se bajaba no le aceptaba propina. A mí eso me conmovía y se lo agradecía mucho. Inclusive una noche que llovía mucho y que le dio lástima dejar a una señora esperando en el asiento de atrás, me pidió que bajara con un paraguas y los tres subimos a mi apartamento para hacer un brindis con Terma por nuestra felicidad. Pero eso fue al principio. Ahora para él los sábados son un día como cualquier otro y yo siento que la felicidad se me escapa como el agua entre los dedos. Una amiga mía dice que yo exagero y que las cosas están bien como están. Pero a veces creo que lo mejor sería dejarlo porque me siento muy decepcionada. No me imagino que sería de mí si lo hubiera conocido un lunes. El lunes es uno de esos días que ni siquiera un brindis con champán puede agregarle un poquito así de magia. Es cierto que la semana tiene que tener lunes y que hay grandes amores que se iniciaron un lunes pero eso no alcanza para predisponerme, al menos a mí, a celebrar un encuentro romántico ni para recordar un aniversario semanal de nada. Los lunes no tienen burbujas. Ya de por sí los sábados son días como para descorcharlos y celebrarlos aunque no pase nada especial. Hasta los romanos, que se pasaban de fiesta en fiesta, dedicaban ese día a Saturno y tomaban más vino y comían más uva que de costumbre. Tal vez mi amiga tenga razón y yo exagere un poco. Tengo que valorar el hecho de que él sea taxista y pueda pasar por mi casa aunque sea de pasada y con pasajero incluido. Si lo dejo no hay nada que garantice que no me vuelva a enamorar (por supuesto después de un período de duelo) y a lo mejor la suerte determina que trabaje como seguridad en algún edificio o en un estacionamiento y no pueda hacer abandono de su trabajo ni siquiera para llamarme por teléfono. O que trabaje en una de esas pizzerías que hacen la masa de ocho de la noche a las tres de la madrugada. O que no trabaje y esté deprimido todas las noches. O lo que es peor: que lo conozca un lunes. Todas esas posibilidades me van a complicar la existencia y no voy a tener nada que festejar. Pienso que lo mejor sería poder llegar con mi novio a ciertos acuerdos,por ejemplo sábado por medio brindar con Terma por nuestra felicidad, o brindar el último sábado de cada mes ... o por lo menos un sábado cada dos meses. Cualquier cosa antes que no tener con quien brindar.

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