Edición del domingo 3 de abril de 2011.
Mediante un proceso creativo intenso y comprometido, Leticia Erhlich y Noemí Alem emprendieron el camino de dirigir un espectáculo de danza contemporánea titulado “Las hijas de Ulises”, que habla de las vivencias cercanas de una generación que conoció el exilio a través de la elección de sus madres y padres.
Tras ser premiada por los Fondos de Danza Contemporánea de la Intendencia de Montevideo, la obra se presentará los días 6, 7 y 8 de mayo en la sala Zavala Muniz del Teatro Solís, en el marco de Montevideo Danza.
La composición colectiva de “Las hijas de Ulises” estuvo a cargo de Manuela Castellano, Florencia de Freitas, Florencia Ferrer Esquivel, Leticia Erhlich y Mariana Porciúncula. Reúne en un intenso trabajo con el cuerpo los relatos realizados por hijos e hijas del exilio, que fueron convocados al comienzo del largo proceso de armado. Varias de las nombradas son, además, protagonistas de la historia que hoy representan.
En diálogo con La República de las Mujeres, Erhlich, directora general del espectáculo y parte del equipo que compuso einterpreta la obra, informó que al comienzo la ideaera hacer algo más “autobiográfico” que llevaría por nombre “La hija de Ulises”, en consonancia con el título del libro que su propia madre –Ana María Araújo- escribió: “Maldición de Ulises. Repercusiones psicológicas del exilio” y siguiendo un hilo conductor que atraviesa su propia historia de vida.
Sin embargo, en el camino fueron surgiendo nuevas ideas, pues la experiencia de ser hijas del exilio era compartida por varias de las intérpretes y creadoras, a la vez que la dimensión colectiva del asunto comenzó a pautar y definir el propio proceso creativo. Así, decidieron convocar a otros hijos e hijas, para que compartieran sus recuerdos, sus vivencias.
Más allá de las trayectorias personales y familiares de vida, había cosas que se repetían en tanto actores directos. No se trataba en esta propuesta de interpretar lo que vivieron quienes eligieron el exilio, sino lo que les sucedió a aquellos “que no tuvieron opción, lo que no es ni bueno ni malo, pero es algo que te tocó”.
El inicio “fue increíble”, describe Leticia Erhlich, pues se trataba de gente que “ni conocíamos” y que “se abrieron, contaron sus historias”, a través de un trabajo muy intenso en talleres para los que se utilizó como metodología la Sociología clínica. A partir de allí comenzó el proceso creativo, que “fue muy difícil porque teníamos mucho material y mucha responsabilidad también, porque nos preguntábamos ¿qué vamos a hacer ahora?”.
La responsabilidad no era sólo con quienes habían participado, sino con todos los hijos e hijas del exilio, pues si bien “no deja de ser ficción -no es un documental, una investigación académica, aunque hay investigación en el proceso de creación- implica una entrega muy intensa como intérpretes”.
A pesar de la intensidad que reviste el tema y las vivencias en particular de las personas –en aquel entonces niños y niñas-, la idea era que la obra dejara “una energía de esperanza, positiva” pues en realidad “estamos todos orgullosos de la historia y convencidos de la riqueza que implica haber vivido en el exilio”.
A pesar de que se hable de la infancia y el retorno de personas que son hoy hombres y mujeres, “El femenino se mantuvo, porque las intérpretes somos mujeres”. En parte, siente la autora y lo expresa, es desde ese lugar que se realiza el trabajo, del de mujeres, y es por ello que el título hace referencia a ellas.
Todos además son hijos e hijas “que volvimos, que estamos acá (en Uruguay) hoy”, destaca Erhlich, no obstante que en la obra hay un pasaje dedicado a una hija que no volvió y da cuenta de una amistad que no pudo continuar; se titula “Yo tuve que volver y vos tuviste que quedarte”.
En los encuentros, y a pesar de las diferencias de cada historia, hubo recuerdos recurrentes, reiterados, que hablan de una vivencia colectiva: “Ese retorno para nosotras no es retorno, porque nacimos en otro lado”, entonces no es lo mismo que para quien llega de nuevo a un lugar que conoció.
Implicó “dejar nuestra ciudad natal, nuestra lengua materna”, y cuando nos encontramos descubrimos que había anécdotas comunes: “la frase típica era: decí algo en francés, decí algo en sueco”, cuenta Erhlich, agregando que hay cosas más cotidianas que se extrañan, como la comida, los olores, las calles que recorríamos. Un tironeo que de algún modo construyó sus identidades.
El trayecto de la obra marca un vaivén que refleja el de las experiencias vividas por esas hijas y se traduce en
los propios títulos: “Retorno”, “Paraíso perdido”, “Lobo estás”, “Aeropuerto”, “Nunca más volví…siempresupe que iba a volver”, “Yo tuve que volver y vos tuviste que quedarte”, “Fragmentación”, “Línea de vida”,
“Flor en el camino”, “Liberté”. Parte de las letras de la música original de este espectáculo, compuesta por Ernesto Naishtat, Eduardo García, Facundo Fernández Luna y Gustavo Castellano, expresan y reúnen las vivencias de niños y niñas en un retorno a un lugar del que no habían sido: “Nací sin saber, sin querer volver (…) tan cerca de mí esta separación (…) soy de la ciudad de los sin ciudad”, por ejemplo.
La obra “hace referencia a la Odisea, hace referencia a Ulises, al retorno de Ulises, al exilio de Ulises… pero también yo hago alusión al título de la obra de mi madre: ´La maldición de Ulises´, porque yo soy hija de ese Ulises. Y además mi madre cuando lo escribe en Francia me lo dedica”, remata Leticia Erhlich.
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