La Fundación Logros, conocida por el trabajo que viene realizando desde fines de los noventa a través de las huertas orgánicas en las escuelas públicas, el año pasado lanzó el “proyecto verde”, una apuesta al cultivo orgánico en casa, ya sea que se cuente con un balcón, una terraza, algunas macetas o unos pocos metros de tierra disponible. “Cultivar para crecer” es el slogan de esta propuesta, aún “novedosa” para nuestro país pero muy extendida en otros lugares de mayor conciencia ecológica y ambientalista.
Karina Thove
La asistente en el área de comunicación y desarrollo de la Fundación Logros, Denisse Dalva, comienza explicando que “el desarrollo sustentable de cada persona y de la comunidad”es uno de los principales objetivos de cada programa que impulsan. El encare de la “filosofía orgánica” tiene que ver con “observar la naturaleza y reproducir lo que ella hace”. “No es solamente no utilizar productos químicos”, aclara. Reciclar, aprovechar los recursos existentes en el hogar, componer abono orgánico, aprender a utilizar “repelentes naturales” para el combate de plagas, hacer almácigos, plantines, promover la biodiversidad y el cuidado del medio ambiente, están en el menú de esta propuesta.
La asistente en el área de comunicación y desarrollo de la Fundación Logros, Denisse Dalva, comienza explicando que “el desarrollo sustentable de cada persona y de la comunidad”es uno de los principales objetivos de cada programa que impulsan. El encare de la “filosofía orgánica” tiene que ver con “observar la naturaleza y reproducir lo que ella hace”. “No es solamente no utilizar productos químicos”, aclara. Reciclar, aprovechar los recursos existentes en el hogar, componer abono orgánico, aprender a utilizar “repelentes naturales” para el combate de plagas, hacer almácigos, plantines, promover la biodiversidad y el cuidado del medio ambiente, están en el menú de esta propuesta.
“Hemos visto que en otros países hay toda una tendencia y una `movida verde´ en los espacios urbanos. Uno recorre los balcones de Buenos Aires, las azoteas de muchos países europeos –sobre todo los nórdicos- y ve que la gente cultiva, aprovecha esos espacios. Nosotros queremos promover el cultivo en los
pequeños espacios, que los uruguayos se animen a hacerlo”. No sólo se puede tener flores o hierbas aromáticas, sino que cualquier hortaliza puede crecer junto a un helecho o una enredadera. “Queremos que en las azoteas haya cultivos, no solo para mirar sino para comer; incluso en los espacios públicos podría haber, en los canteros, en los espacios comunes de los edificios”, se entusiasma Dalva.
pequeños espacios, que los uruguayos se animen a hacerlo”. No sólo se puede tener flores o hierbas aromáticas, sino que cualquier hortaliza puede crecer junto a un helecho o una enredadera. “Queremos que en las azoteas haya cultivos, no solo para mirar sino para comer; incluso en los espacios públicos podría haber, en los canteros, en los espacios comunes de los edificios”, se entusiasma Dalva.
“Muchas personas tienen el prejuicio de ´cómo no sé como plantar, no lo voy a hacer bien´ o ´no tengo la mano verde´, entonces, por desconocimiento ya se desaniman y piensan que no es posible porque solo se puede cultivar si tenemos un gran fondo, una chacra o un gran jardín enfrente de nuestra casa”, afirma la comunicadora.
Si bien está pensado para la vida urbana, en realidad se busca incentivar a la población en general a cultivar porque “Uruguay tiene tierra de sobra”, asegura Dalva y por eso la campaña apuesta al público masivo, de cualquier edad, estrato social y ubicación geográfica.
Este año hicieron dos seminarios en el Teatro Solís con participación de público a tope, por lo que están pensando realizar nuevos seminarios y, a largo plazo, poder hacerlos en otros puntos del país. La respuesta del público los sorprendió por ser muy heterogénea: “Tenías gente que llevó sus hijos, gente joven, personas
mayores, de buen poder adquisitivo y más humildes”.Otra sorpresa fue ver “la cantidad de hombres interesados, porque muchas veces se tiene el estereotipo de que es solo la señora mayor y `de cierto nivel´ la que planta”, destacó. El cultivo orgánico “no es más caro” porqueel mensaje que lleva implícito es “aprender a utilizar lo que ya tenemos”, como muy bien se plantea desde el trabajo en las huertas orgánicas escolares. “Lo que enseñamos en los cursos es que no tenés por qué ir a buscar la maceta más linda: podes utilizar el vasito de yogur, la lata…alguien utilizó una pelota como recipiente para plantar una lechuga”, cuenta Dalva e insiste: “Nosotros creemos que la agricultura orgánica no es para privilegiados, al revés, es para todos y es súper democrática porque siempre estás usando lo que ya tenés”.
Proyecto verde” se lanzó en abril de 2010 y está íntegramente explicitado en la web fundacionlogros.org.uy (incluye videos explicativos) pero, al igual que sucede con las huertas orgánicas y otros programas de la Fundación, pretende tener continuidad y mayor desarrollo en el tiempo. Cuenta con un espacio en televisión: todos los lunes en el programa “Hola vecinos”, ingenieros agrónomos explican distintos aspectos del cultivo orgánico.
Por otro lado, en el pasado noviembre lanzaron el “Manual para aprender a cultivar orgánico”, que se puede adquirir a través de la Red Pagos por 150 pesos, incluyendo 5 paquetes de semillas. Si solo se quiere comprar las semillas, están disponibles en Geant, Devoto y Disco de todo el país a un costo de 12 pesos por paquete y con un rendimiento anual, por lo que la propuesta es accesible para toda la población.
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CONTAMINAR SE CONJUGA EN MASCULINO....................................................................................................................................................
La desigualdad de género en detrimento de la mujer es bien conocida y documentada. Pero lo que no se sabe tanto es que también el comportamiento masculino es el mayor responsable de la emisión de gases invernadero, que causan el recalentamiento del planeta. A esa conclusión llegaron dos estudios independientes desarrollados por científicos europeos por separado, basados ambos en datos estadísticos sobre el consumo y las actividades cotidianas de hombres y mujeres en países industrializados. Frédéric Chomé, consultor francés en cuestiones ambientales y de desarrollo sostenible, afirmó que una mujer francesa típica provoca la emisión de 32,3 kilogramos de dióxido de carbono (CO2) por día en promedio, mientras que un hombre en el mismo período es responsable de 39,3 kilogramos.
“Las estimaciones tienen como base un estudio de las actividades humanas dividido por género, realizado por el Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos de Francia”, explicó Chomé a Tierramérica. “Aunque nuestro método de cálculo es aún muy aproximativo, creo que el resultado es un buen indicador de las diferencias de contaminación ambiental derivadas de los distintos comportamiento entre hombres y mujeres”, añadió el autor del estudio titulado “24,heures chrono: votre bilan carbone” (24 horas exactas: Su cuenta personal de carbono).
A conclusiones similares arribaron la sueca Annika Carlsson-Kanyama y la finlandesa Riita Räty en una investigación sobre los comportamientos de hombres y mujeres en 10 actividades cotidianas en Alemania, Grecia, Noruega y Suecia. “Los hombres consumen más carne y bebidas procesadas que las mujeres, además de utilizar más frecuentemente el automóvil y conducir distancias más largas. Eso hace que sumen mayor cantidad de emisiones de CO2”, indica el estudio “Comparing Energy Use by Gender, Age and Income in Some European Countries” (Comparación del uso de energía por género, edad e ingresos en algunos países europeos).
Comentando ambos trabajos, Corinna Altenburg y Fritz Reusswig, del alemán Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, avalaron que algunos de los hábitos más contaminantes atribuidos a la población masculina son motivados por los papeles sociales que ellos cumplen en la sociedad. “En el transporte, por ejemplo, con muchos trayectos en avión y en autovóvil, que elevan considerablemente la huella ecológica de los hombres”, explicaron Altenburg y Reusswig a Tierramérica. Ese desequilibrio se puede compensar “en la medida en que la igualdad de oportunidades profesionales permita a la mujer ascender en la escala laboral, a la par de que los hombres cada vez asuman más tareas hogareñas”, señalaron.
En cambio, las diferencias en la alimentación son determinadas por el género."Los hombres tienden a comer más carne y las mujeres más frutas y vegetales, hábitos difíciles de combatir”, añadieron. Altenburg y Reusswig sugirieron que una política dirigida a disminuir las emisiones masculinas debe orientarse tanto a objetivos ambientales como a temas de desarrollo urbano, tradiciones profesionales y costumbres arraigadas.
“La meta en alimentación debería ser intercambiar cantidad por calidad. Al mermar el consumo de carne se logra reducir la producción masiva y así abatir las emisiones de CO2 emitidas por los animales, por ejemplo”, puntualizaron.
Chomé comprobó que en Francia, solo a causa de los hábitos alimenticios, un hombre es responsable por la emisión de 7,98 kilogramos de CO2 al día, mientras que una mujer lo es de 6,79 kilogramos. El científico estimó diferencias similares de género en prácticamente las once actividades analizadas. En el único caso en que las mujeres provocan mayores emisiones de ese gas invernadero es cuando realizan tareas tradicionales en el hogar, como cocinar, limpiar la casa, lavar y planchar ropa, según el estudio divulgado el 24 de noviembre.
Por su parte, Carlsson-Kanyama explicó a Tierramérica que la investigación encarada con Räty dio como resultado que, aparte de las diferencias sustanciales entre género en transporte y alimentación, el consumo de alcohol y de tabaco son dos factores que aumentan las emisiones de las cuales son mucho más responsables los hombres. “Para el estudio, nosotras examinamos el uso total de energía por hogar en los cuatro países y después diferenciamos los consumos individuales entre hombres y mujeres por actividad”, dijo.
Pero la actividad más importante por sus consecuencias ambientales es el transporte, apuntó Carlsson-Kanyama. “Sólo en este rubro, los hombres consumen entre 70 y 80 por ciento más energía que las mujeres en Alemania y Noruega, 100 por ciento más en Suecia y hasta 350 por ciento más en Grecia”, detalló. Esto se explica por la utilización mucho más intensiva de automóviles de modo individual de parte de ellos, que conlleva un mayor consumo de combustible y de piezas de repuesto, así como más reparaciones. “Estas diferencias no son específicas de los cuatro países analizados, pero son generalizadas en toda la Unión Europea (UE), y tienen poco que ver con las distintas actividades profesionales entre hombres y mujeres”, indicó Carlsson-Kanyama. Las mujeres en la UE tienden a hacer viajes más cortos en automóvil, a utilizar más frecuentemente los transportes colectivos, y conciben sus trayectos en función de las necesidades de transporte de otras personas.
En general, el estudio publicado en agosto de 2009 por Carlsson-Kanyama y Räty muestra que los hombres
consumen mucha más energía que las mujeres. Las diferencias van desde ocho por ciento en Alemania, seis por ciento en Noruega y 22 por ciento en Suecia, hasta 39 por ciento en Grecia.
Como otros estudios previos, el de estas investigadoras concluye también que el consumo de energía aumenta a medida que crece el nivel de ingreso de los hogares y con ello también las emisiones de CO2 y su contribución individual al cambio climático.
Según Carlsson-Kanyama, los hallazgos de ambas investigaciones sugieren que los gobiernos europeos deben focalizar sus esfuerzos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en convencer a la población masculina a cambiar sus hábitos de transporte y de alimentación, para incrementar su eficiencia en el consumo de energía en tales actividades.
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