El Faro, programa de la organización no gubernamental Foro Juvenil, acaba de presentar un libro elaborado por algunos de sus integrantes, destinado a compartir con otros actores sociales conceptualizaciones sobre prácticas en el abordaje de la violencia doméstica.
A propósito de esa novedad y del trabajo permanente de El Faro, La República de las Mujeres dialogó con dos de las coautoras de la publicación: Milka da Cunha y Sabrina Dorado.
ISABEL PEREZ
El Faro nació en 1997 y desde entonces desarrolla tareas de asistencia en primer lugar, aunque también de incidencia en políticas públicas y de prevención y sensibilización con medios de comunicación e instituciones referentes en la vida de niños, niñas, adolescentes y mujeres. El abuso sexual y la explotación sexual comercial son otras de sus preocupaciones prioritarias.
El libro “El Faro. Por una vida sin violencia. Conceptualizaciones sobre prácticas en el abordaje de violencia doméstica”, recoge aportes de Fabiana Condon, Milka da Cunha, Sabrina Dorado, Mariana Echeverri, Andrés Jiménez, Adriana Molas, Cristina Prego, Andrea Tuana y Andrés Escobal.
El conjunto afronta distintas dimensiones del trabajo en la materia, dando cuenta de algunos nudos y tensiones que emergen en la cotidianeidad de las y los profesionales, que intentan intervenir desde una perspectiva de protección y promoción de derechos humanos de la infancia y adolescencia.
Cada “caso”, anuncia la presentación del trabajo, es un “universo singular que anuda” diversos factores de modo complejo: el sujeto singular, la familia, las instituciones, la comunidad, lo histórico-político, el mercado y la economía, entre otros. En ello reside, a la vez, la necesidad de realizar intervenciones desde lo interdisciplinario.
Es así como trabaja El Faro, que reúne en sus equipos para cada consulta a una abogada/o, una o un asistente social, y una psicóloga/o. La concepción de fondo de la organización es que el trabajo en estos temas requiere de la dimensión colectiva y el apoyo entre operadores es fundamental para poder ayudar a otros.
A su vez, tender a “desanudar” el modo en que se cristaliza la relación víctima-agresor, potenciando en la primera la autonomía, intentando lograr que deje de “ser vulnerable” y “desnaturalizar las formas de ver y entender el mundo que han provocado esta tendencia a padecer el abuso de poder como modo ´natural´ de vinculación”, son algunos de los desafíos de la intervención profesional.
Propuestas
Actualmente, El Faro cuenta con un proyecto funcionando en la ciudad de Las Piedras, departamento de Canelones, otro en la zona de Belvedere, Montevideo, y el proyecto Adolescente en la zona del Prado. Este último está enfocado específicamente en esa etapa vital, pues “creemos que la mirada es distinta” según se trate de adolescentes o de niños y niñas, que son en general los beneficiarios de los demás proyectos, explica Milka da Cunha.
Sin embargo, los y las adolescentes pueden acudir a cualquiera de los proyectos de El Faro que, además y en convenio con la Intendencia de Montevideo, gestiona una de las Comuna Mujer.
La organización apunta fundamentalmente al trabajo con quienes han sufrido violencia física, psicológica o emocional y abuso sexual intrafamiliar. Si bien su tarea fundamental está dedicada al abordaje directo de las situaciones, también asesoran a distintas instituciones que en ocasiones acuden a pedir ayuda y, en muchos casos, son las receptoras primarias del problema en materia de educación o salud, entre otras.
La intención del libro, aclara Sabrina Dorado, es tratar de promover la comprensión del tema desde “esta perspectiva de derechos humanos y de género y generaciones, que hacen a cómo intervenimos. Se trata de multiplicar una mirada y una forma de intervenir que tiene en cuenta estas perspectivas. Y desandar muchos caminos en relación a lo cultural, lo que sostiene que la violencia siga andando”.
Cuestionamientos
El libro a su vez tiene algo “de cuestionador”, advierte da Cunha, pues si bien “sabemos que Uruguay ha hecho mucho camino en el tema de la violencia intrafamiliar, nos faltan cosas" Entre otros nudos, dice esta abogada, “hemos mejorado a nivel legal, pero el problema continúa siendo cómo aplicaS leyes nuevas con cabezas antiguas. Este es uno de los nudos que pretendemos abordar con el libro”
La necesidad de cuestionar y repensar las prácticas profesionales en el abordaje de estos temas, se convierte en una constante a lo largo de la conversación con las coautoras, pues ambas insisten en que el
modelo patriarcal y adultocéntrico ha dejado rastros en “nuestras concepciones culturales”; por lo tanto, quienes aplican las normas “también tienen que desanudar sus creencias”, aseguran.
“Qué tipo de preguntas se hacen, porqué, a dónde apuntan”, son algunas de las cuestiones que los operadores que trabajan en temas de violencia intrafamiliar y abuso debieran repensar, pues es allí donde
muchas veces se reflejan los propios prejuicios, explica Dorado.
Esto no se debe a que quienes intervienen tengan una intencionalidad que apunte a enjuiciar a la “víctima”, sino a que son temáticas “que nos atraviesan, nos producen mucho dolor”.
Sin embargo, otro de los elementos clave del abordaje de El Faro es su insistencia en no trabajar desde la reafirmación del binomio víctima-agresor, sino más desde uno que permita a quien padeció la violencia posicionarse en un nuevo lugar, potenciando la autonomía y el respeto a las propias decisiones.
Potencial autonomía
Para Dorado y da Cunha, otra de las herramientas fundamentales para quienes trabajan en estas temáticas es el equipo. El trabajo en red permite “pedir ayuda cuando no podés con una situación”, y es un instrumento para que el profesional no olvide que “el protagonista es quien está enfrente y no nosotros. Y que el camino que vamos a emprender es el de acompañar a esa persona, devolviéndole su derecho a decidir y a pensar, teniendo en cuenta su desarrollo”.
A veces solo poder decirle al otro o la otra “tenés derechos” es fundamental, ilustran. La respuesta en general es: “yo sé que los tengo, pero que me lo digas me ayuda a recordarlo”. Más que desde el lugar de
víctimas, apuntamos a “potenciar los recursos que tienen”, afirman las operadoras.
Según da Cuhna, se trabaja desde el lugar de favorecer la construcción de un espacio “donde puedan pensarse, comenzar a cuidarse”, a sabiendas de que ese proceso que comienzan las niñas, niños y adolescentes que concurren a El Faro “puede ser doloroso”. En algún momento del proceso, quizá surge la pregunta de “cuánta libertad tuvo en el momento del abuso”, pero no es una reflexión que “le impongamos”.
La “culpa” en estas situaciones es una constante, “porque no debiéramos olvidar que hablamos de experiencias en las que lo afectivo más directo en general está en juego”, explican las interlocutoras. Pero cuando se apunta a la “protección, al auto cuidado, al quererse y al auto respeto, en la intervención y en el proceso, esas preguntas, sobre cuán libre soy para decidir qué cosas, en seguida aparecen”. Son parte de un proceso interno, que, a la vez y sobre todo en casos de abuso, se fortalece al saber que es algo que “también han vivido otros y han salido”.
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