domingo, 28 de agosto de 2011

“Guyunusa” reeditada

El escritor uruguayo Domingo Trujillo reeditó, con el auspicio literario de la Fundación Mario Benedetti, su novela histórica “Guyunusa”, primer premio de narrativa inédita del Ministerio de Educación y Cultura en 2003. En él narra la vida del grupo de charrúas que le fueran concedidos a un empresario francés para ser exhibidos como objetos extraños y fuentes de curiosidad científica etnocéntrica en el París del siglo XIX. 
 
KARINA THOVE
Los “últimos charrúas” al decir del inescrupuloso empresario francés Curel fueron llevados a París -concedido “gentilmente” por el gobierno uruguayo de la época- en condiciones infrahumanas y paseados ante la altiva y displicente mirada parisina, tratados como bichos raros y exóticos, “poco evolucionados” como, siglos mediante, ningún discurso multicultural ha podido contrarrestar del todo pese a tratar a los indígenas como “pueblos originarios”, denominación que muchas veces no pasa del terreno de lo políticamente correcto.
 
 “Guyunusa”, la novela de Domingo Trujillo recrea todo este capítulo de nuestra historia, aún poco conocida
y mucho menos incorporada a los libros de texto que recuerdan “los orígenes de nuestra nación” a partir de la política de exterminio de los pueblos indígenas, en particular de los charrúas, a quienes hoy evocamos orgullosamente en nuestras gestas deportivas –“la garra charrúa”- pero de quienes no se tuvo ningún escrúpulo en deshacerse al momento de convertirnos en un país americano. Así como no sobrevivió el sueño de la gesta artiguista, en estos momentos tan recordada a través de la conmemoración del bicentenario, tampoco estuvo en los planes de aquel naciente Estado uruguayo (1830) respetar y darles cabida a los pueblos indígenas, tan útiles en otros momentos para guerrear y controlar la indómita campaña de la Banda Oriental.
 
Mercancías de exportación

La novela habla de la traición del general Fructuoso Rivera, primer presidente de la República, a los caciques charrúas –la encerrona de Salsipuedes- pero se centra en recrear la vida de los cuatro charrúas que terminaron sus días en Francia: Vaimaca Pirú, Senaqué, Tacuabé y Guyunusa, única mujer de la partida, quien ya viajó embarazada.
 
Trujillo imagina, como hilo conductor de tan trágica historia, a un personaje más humano y preocupado por el destino de “los salvajes” a quienes él considera sus amigos. Se trata del marinero sueco Oxchuvud, alguien que ha venido numerosas veces a lo largo de su vida al Río de la Plata para comerciar cueros y carne vacuna y que tiene otro conocimiento de la población local, incluidos los indígenas con quienes se relaciona sin inconvenientes. Lo hace ser testigo involuntario de Salsipuedes y lo liga desde el comienzo del relato a la entonces niña Micaela Guyunusa, aspecto clave para entender luego su honda preocupación por el destino de la joven en manos del empresario francés.
 
El periplo por tierras francesas es minuciosamente reconstruido. Todo son experimentos para vender infructuosamente una especie de espectáculo circense, basado en “costumbres charrúas” montadas entre rejas y en pésimas condiciones de vida para los “animales salvajes”. En esa situación muy pronto aparecen los problemas de salud de Senaqué y Vaimaca, que morirán de tristeza y nostalgia siendo sus cadáveres donados a la ciencia (como se recordará, nuestro país repatrió los restos del cacique Vaimaca Pirú en julio de 2002).
 
Guyunusa da a luz a su hija Mónica, acuclillada, al estilo charrúa, pero morirá de tisis al poco tiempo. Poco se sabe del destino de Tacuabé, a quien el escritor libera del odioso Curel y lo deja deambulando por la campiña francesa.

La propuesta narrativa de esta novela nos da una luz de esperanza de la mano de Mónica, única sobreviviente de la nación charrúa en tierras extrañas, esa “patria peregrina” tan conocida por los uruguayos de hoy.

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