domingo, 3 de julio de 2011

Los represores también fueron violadores

La organización internacional de derechos humanos Women’s Link Worldwide premió un fallo emitido en Argentina sobre la violencia de género durante la última dictadura militar. La sentencia, emitida por un Tribunal de Mar del Plata, fue pionera y aún no es seguro que sea emulada en las demás causas que se siguen por similares violaciones de los derechos humanos.
SANDRA CHAHER

Leí el “Nunca más” a fines de los 80, terminando el secundario. Durante muchos años me persiguió la misma imagen que hoy recuerdo con claridad: un represor introduciendo una rata en la vagina de una detenida. De todas las humillaciones, torturas y maltratos, me pareció la peor. Probablemente porque era mujer y podía sentir cómo habría sido ese castigo en mi cuerpo. Aún siendo terribles los tormentos que atravesaron las mujeres abusadas y violadas durante la última dictadura militar, debieron pasar más de 20 años para que se atrevieran a contarlo ante los Tribunales. Y si bien en el Juicio a las Juntas y en el “Nunca Más” aparecen testimonios escalofriantes de abusos sexuales de todo tipo, hasta hace muy poco se los consideró sucesos aislados, que no configuraban un delito sistemático como las torturas o las desapariciones. Pero los avances en  la jurisprudencia internacional, sumados al propio proceso interno de juzgamiento de los crímenes de la dictadura, hicieron posible que el año pasado dos sentencias fallaran en la línea del reconocimiento de la violación durante la dictadura como un crimen de lesa humanidad, es decir que perjudicó y tuvo como víctima a una amplia porción de la población civil. 

Crimen de lesa humanidad

En abril del 2010, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe dictó una sentencia en la que por primera vez la violencia sexual fue considerada crimen de lesa humanidad. Y en junio del mismo año, el Tribunal Oral Criminal en lo Federal de Mar del Plata condenó al represor Gregorio Molina, entre otros delitos, por violación en forma reiterada agravada por la calidad del autor encargado de la guarda de la víctima. Este segundo fallo separó por primera vez el delito de violación sexual del de tormentos, dándole visibilidad a un tipo de violencia padecida específicamente por las mujeres, y dictaminó que la única prueba necesaria para probarlo eran los testimonios de las víctimas.
Esta es la sentencia que acaba de recibir el primer premio de la organización internacional de derechos humanos Women’s Link Worldwide, que otorga los premios Género y Justicia al Descubierto a los fallos que más promuevan la equidad de género y también a los más sexistas.
Lamentablemente, la sentencia premiada de Argentina, podría no ser emulada por otros tribunales. Si bien hay más causas abiertas contra represores y genocidas en su calidad de violadores, se desconoce cómo considerarán la recolección de la prueba y mucho más si en la sentencia los condenarán también por el abuso sexual y la violación sistemáticos de las mujeres en los campos de detención.

Arma de guerra
En prácticamente todas las guerras del siglo XX se encuentran casos de abusos sexuales y violaciones masivas de mujeres por parte de los ejércitos invasores. Las mujeres fueron víctimas de los soldados alemanes y soviéticos durante la Segunda Guerra Mundial, de los franceses en Argelia, y de los estadounidenses en Vietnam. Hace pocos años, los serbios abusaron brutalmente de las mujeres de Bosnia, y los hutus de las tutsis en Ruanda. Estos últimos casos fueron juzgados en el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (2001) y el Tribunal Penal Internacional para Ruanda (1998), donde por primera vez se habló de la violencia sexual como crimen de lesa humanidad. Y en el 2002 entró en vigencia el Estatuto de Roma que crea la Corte Penal Internacional, en el que se codifican por primera vez, a nivel internacional, los crímenes de violencia sexual y de género como los de mayor gravedad bajo el derecho internacional.
Este favorable panorama internacional para el juzgamiento coincidió en Argentina con la reapertura de los juicios a los integrantes de la dictadura militar impulsada por el ex presidente Néstor Kirchner. Sin embargo, debieron pasar más de siete años para que se diera el contexto favorable para que las víctimas de violaciones hablen y sean escuchadas. 
Vergüenza y estigma
Quienes estudian el tema se refieren al permanente ocultamiento –tanto en Argentina como en otros países- de este tipo de crímenes, en gran parte por la vergüenza de las mujeres y el estigma del que son víctimas cuando dan testimonio.  También habría influido la poca valoración del delito frente a otros aparentemente “superiores” como las torturas y las desapariciones.
Finalmente, se señala la importancia de la disponibilidad de la escucha. Si alguien habla y no hay quien escuche ese discurso estamos frente a la locura. Recién ahora pareciera comenzar a darse en Argentina la posibilidad de oír y aceptar que la dictadura militar se ensañó en particular con las mujeres haciéndolas objeto de torturas sexuales atroces.

(Artemisa Noticias)

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