domingo, 25 de septiembre de 2011

Sorpresa y media

Lia Schenck

Lo puedo creer que yo sea la misma que en pleno julio se alegraba con el resurgimiento de las flores de acacia pensando que la primavera es maravillosa. Esta primavera en particular es la más penosa, lluviosa y tormentosa de mi vida. No veo el Sol por ningún lado ni golondrinas que me den un poco de aliento. No soy tan ingenua como para pensar que el amor dura para siempre, pero nunca me pasó que una ilusión de amor me durara nada más que media hora. Y como si fuera poco, media hora bailando con alguien maravilloso que seguramente nunca más volveré a ver en mi vida. Apenas terminamos de bailar un tema de Manzanero me dijo que salía un momento a buscarme al auto una sorpresa.
Jamás sabré de qué se trataba la sorpresa. Como no sabía si había estacionado a dos cuadras, a seis o a ocho, a la media hora me empecé a preocupar. Jamás volvió. A la hora asumí con dolor que se había evaporado sin dejarme ninguna señal, ninguna nada. Yo había ido sola con lo cual me fui inmediatamente a llorar a mi casa. Ahora una amiga me dice que fui una impulsiva, que mire si realmente me había ido a buscar una sorpresa y al ver que no estaba en el auto fue a buscarla a su casa. Esa sola idea me desespera.
Todo lo que sentí con él durante esa media hora maravillosa será inolvidable. Fue algo así como una inmensa paz espiritual. Se me parte el corazón de solo pensar que él volvió a buscarme y yo ya no estaba. Yo creo que soy excesivamente dramática y eso no me gusta de mí. Esa abrupta desaparición en medio de un baile puede ser entendida como algo patético. También puede resultar patético creer en esa versión de la sorpresita. Pero no quiero, me niego, no soporto, pensar que todo fue tan patético. La verdad siempre es una cosa muy difícil de saber. Lo que sí es definitivamente patético es que yo me haya ido a llorar sola a mi casa. ¿Por qué no me quedé y disimulé un poco? ¿Por qué no aproveché la paz espiritual que sentía para salir de nuevo a bailar?
Creo que tengo enormes dificultades para conectarme con lo maravilloso. ¿Por qué no tomar las cosas como son? ¿Por qué dudar de la maravilla de la primavera por cualquier cosa? Que un hombre se vaya de los brazos de una mujer y se pierda para siempre en los misterios de la noche sucede muchísimo en todas partes del mundo, no sé concretamente entre los esquimales. Pero que deje esa sensación de paz espiritual es muy raro. Yo sé muy bien que sentir eso en los brazos de un hombre es una sensación desconocida para millones de mujeres. Ni siquiera estoy segura si los grandes amantes de la historia, digamos por ejemplo Cleopatra y Marco Antonio o Romeo y Julieta, la hayan sentido, ni juntos ni separados, alguna vez. Lo mío fue un privilegio, un milagro que duró prácticamente nada; que duró muchísimo menos que las flores de acacia.
Pero el recuerdo me acompaña día y noche. Y ya van dos días y dos noches. Lo que me impresiona mucho es que en media hora me haya enamorado tanto.

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